El Martes, por sus calles empedradas, pasearon y disfrutaron de las historias que esta maravillosa ciudad guarda.
La visita a la Catedral era obligatoria, y aunque casi todos ya la conocían, hubo momentos para admirar su grandiosidad y maravillarse ante su presencia.
Fue un día muy alegre y muy bonito que todos pasaron en fraternidad; en el que el elevar los ojos al cielo para entonar un --gracias-- profundo fue un gesto natural con el que la mayoría terminó la jornada.
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